Mar del Plata – Tandil en bicicleta

Allá lejos y hace tiempo (mucho tiempo) me dieron ganas de viajar en bici. Así que conseguí un compañero de aventura, trabajamos todo el verano en Mar del Plata y nos fuimos rodando por ahí.

Los primeros viajes siempre son educativos. Dentro y fuera de nosotros pasa de todo. Descubrimos nuestros límites y desarrollamos habilidades nuevas, dependemos en gran medida del entorno, aprendemos que no sirve de mucho aferrarse a un plan establecido de antemano y terminamos dejándonos llevar por el momento y las circunstancias.

Salimos de Mar del Plata al mediodía. Tomamos la Ruta 226 rumbo a Laguna de los Padres. Habíamos hecho pequeños viajes previos a esta reserva natural y Laguna La Brava a modo de prueba y decidimos ir más allá la próxima vez. Ahora la primera meta era Balcarce, una ciudad serrana de 40mil habitantes a 60 km de distancia, lugar al que llegamos en la tarde. Éramos novatos, tal vez ingenuos, pedimos pasar la noche en la iglesia principal y nos sacaron volando. Luego fuimos a un hospital privado que nos permitió pasar la noche en un pasillo de consultorios externos (vacíos en la noche) con la condición de que nos fuéramos a las 5:30am cuando se reanudaba el movimiento.

Con el día a estrenar buscamos el Parque Cerro El Triunfo y allí acampamos. Pasamos el día y una noche y en la mañana fuimos a visitar el Museo Juan Manuel Fangio, dedicado a uno de los mejores pilotos del automovilismo mundial nacido en Balcarce.

Dijimos adiós a Balcarce y retomamos la ruta 226 rumbo a Tandil. Había viento en contra, avanzábamos muy despacio, a veces teníamos que bajar de la bici y caminar. Llegamos muy cansados a una estación de servicio a pocos metros de donde la ruta 29 se desprende de la 226. Pedimos autorización para pasar la noche y acampamos en la parte de atrás de la gasolinera. Caímos rendidos en sueño profundo.

A la mañana siguiente nos dijeron que en el próximo tramo nos esperaba la subida La Quebrada y si nos había costado luchar contra el viento, mucho peor iba a ser el viento + la subida enorme. Salimos a la ruta y decidimos hacer dedo. Enseguida paró un camión con remolque en donde ubicamos las bicis y nosotros viajamos en la cabina. La subida era muy pronunciada, dimos gracias de viajar cómodos y descansar las piernas. Un rato después el camión nos dejó en la entrada a Tandil.

Entramos en las bicis, recorrimos con buen clima, y descubrimos el Centro Naútico del Fuerte. Conocimos a un hombre de mediana edad que hacía triatlón y estaba en la comisión directiva y gracias a su gestión y por ser viajeros, nos permitieron acampar gratis.

Tuvimos la oportunidad de compartir noche y fogón con dos chicos de Buenos Aires que acamparon allí y otra noche de lluvia torrencial se nos inundó la carpa. Desperté confundida con el sueño aún mezclado con la realidad hasta que vi y sentí el agua dentro de la carpa. De inmediato juntamos las cosas, nos abrigamos, salimos de la carpa buscando un lugar donde refugiarnos y pasamos toda la mañana siguiente dentro del quincho del lugar junto al fuego secando todo lo que se había mojado.

En Tandil visitamos: El Calvario, Cerro el Centinela y el Lago del Fuerte.

Una tarde llegó un hombre solo con su carpa y se instaló cerca de nosotros. Venía a una feria que se hacía en las afueras de Tandil y era propietario junto con un socio de un puesto de venta de alfajores tucumanos. Enseguida nos pusimos a conversar y entre tantas historias nos ofreció ayudarlo en el puesto mientras durara la feria. Excelente, teníamos un ingreso temporario para seguir el viaje.

Pasamos dos o tres días en la Feria, vendiendo alfajores, recorriendo las expos y los otros puestos. Me divertí con nuestros nuevos amigos tucumanos. Terminada la Feria, nos despedimos con una cena en la casa del triatleta.

Cuando pensamos en el próximo destino nos miramos y analizamos la situación: 110 km hasta Olavarría. Ya estábamos al costado de la ruta y decidimos no seguir. Era media tarde y paramos un autobús, cargamos las bicis en el porta equipaje y volvimos a Mar del Plata. Fuimos la burla del momento porque habíamos anunciado a amigos y familiares que llegaríamos a las Cataratas del Iguazú en bicicleta y volvimos con un vergonzoso y mínimo kilometraje logrado. Sin embargo ese viaje no lo consideramos un fracaso. Fue una aventura, un aprendizaje, conocimos gente, trabajamos y nos marcó a fuego las ganas de seguir viajando.


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