Hoy nuestra lucha es por la inclusión de nuestros familiares perrunos. Hace menos de un siglo la discriminación y el racismo llegaban a límites que hoy nos asombran.
La segregación racial en los estados del sur de Estados Unidos tenía su sustento en férreas y crueles leyes y reglamentos. Desde baños separados para blancos y negros, lugares asignados para el transporte público y hasta los famosos letreros «No dogs, no negros, no mexicans» que conserva el Jim Crow Museum.
El lema del museo es : “Utilizando objetos de la intolerancia para enseñar la tolerancia y promover la justicia social”
El museo es parte de la Ferris State University en el estado de Michigan, Estados Unidos. La entrada es gratuita para todo público y se financia a través de donaciones. Su acervo es un valioso testimonio de épocas y prejuicios, de la lucha por los derechos humanos frente a la intolerancia y sin razón.
Siempre hay una batalla para lograr el reconocimiento de derechos de algún grupo:
- Los negros consiguieron la inclusión
- Las mujeres su derecho al voto
- Los homosexuales matrimonios igualitarios y…
- Los que tenemos familiares perrunos seguimos haciendo visibles nuestras necesidades para derribar barreras y poder compartir nuestra vida con ellos sin prohibiciones.
Cuando en los lugares de comida me niegan el acceso con Lupita so pretexto de «salubridad, inspecciones y molestar a terceros» me pregunto si ellos pueden garantizar la pulcritud de su cocina. ¿Cómo puedo saber yo si el cocinero me escupe la sopa, si se han lavado las manos para manipular los alimentos, si hay ratas en la noche o si utilizan alimentos vencidos?».
El siguiente video muestra lo que sucedió en una reconocida panadería del barrio de Palermo en Buenos Aires, Argentina donde seguramente si yo hubiera querido ingresar con Lupita tanto empleados como clientes me hubieran prohibido el acceso. Y ya ven: de noche las ratas sobre la mercadería.
Por esas razones lo que se pide es sentido común y tolerancia. Yo no pido subir al colectivo con un cocodrilo ni al avión con un elefante. Pido la oportunidad de «movilizarme» con mi pequeña perrita Lupita y utilizar el transporte público como cualquier persona normal respetando el derecho ajeno y haciendo valer el mío.